El telón del 2020 caerá cuando ya ha tomado impulso el plan de vacunación contra Covid-19 en Costa Rica y eso no es cosa pequeña. Es la luz en un túnel que aún debemos recorrer a tientas, pero con la esperanza de que pronto podremos al menos volver a controlar al virus que nos volcó el año y ya nos condicionó el 2021.

El 31 de diciembre de 2019, un municipio chino cuyo nombre jamás habíamos escuchado informaba sobre un grupo de casos de neumonía bastante rara. Días después se le identificó como virus nuevo y se le llamó de esa manera que ahora está en el día de a día de las noticias y de las conversaciones de mesa. Era el SARS-CoV-2 causante de la Covid 19 que envolvió al mundo en este 2020 y que lo cambió todo.

Con la Nochebuena llegan las primeras vacunas, el regalo más esperado de esta Navidad única.

Este año, el pebetero de la víspera de la independencia en la Vieja Metrópoli no lo encendió un estudiante. Tampoco un deportista reconocido. Este año, la llama de la libertad la prendió un médico. Un “cara marcada” como cariñosamente se autodenominan los héroes y heroínas de gabacha que han puesto el pecho, las energías, las ganas, el coraje y hasta las vidas de sus propios compañeros, para salvar las de miles de costarricenses anónimos, a quienes no llegaron a conocer más que al borde del abismo de las complicaciones por el SARS-CoV-2.

Llegamos a la semana de Navidad con el alma en vilo. Ya hay lista de espera para las camas de cuidados intensivos por COVID-19. Los espacios se saturaron el mismo fin de semana en que quizás más incumplimos las medidas de prevención de contagios, precisamente por al afán de rescatar algo de la festividad de esta época.

La tercera tampoco fue la vencida. El ministro de la Presidencia, Marcelo Prieto, abandona el cargo que ya antes dejaron Víctor Morales y Rodolfo Piza, una señal clara de la inestabilidad que aloja y que rodea al gobierno de Carlos Alvarado. De nada le sirvió la coincidencia liberacionista con una parte de la oposición legislativa.