Fotografía: Semanario Universidad
Al final de cuentas, por encima de la alambicada discusión fiscal, lo verdaderamente importante es el bienestar de las mayorías. Que cada vez una porción más alta de la población pueda tener comida, techo y oportunidades de progreso. Así de sencillo y así de difícil.
Eso es justamente lo que no estamos logrando como país. En el último año, unos 23.000 hogares más se quedaron sin satisfacer sus necesidades básicas y ahora forman parte de la población bajo la línea de pobreza: 21,1%, según la Encuesta Nacional de Hogares 2018 (ENAHO) publicada este jueves.
La pobreza aumentó un punto porcentual y eso es una variación significativa, concluyen los expertos del Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC). Ahora son 329.000 hogares pobres y casi un tercio de ellos vive en la miseria.
La noticia es peor si nos enfocamos en algunas regiones del país, como la zona sur o parte de Guanacaste, como consecuencia de la mayor caída en el ingreso per cápita. Y la situación sería más triste si no fuera por el aumento de 6% en los subsidios estatales para los hogares que no pueden valerse por su cuenta.
El reporte llega en momentos delicados con la pauperización de las finanzas del Estado y la incertidumbre sobre la manera de lograr estabilidad fiscal, que es el primer paso para revertir el deterioro del bienestar de la población.
Conviene conocer y entender nuestra situación para dimensionar el tamaño de las soluciones y el sentido de urgencia. La pobreza, como vemos, no tiene paciencia para esperar el momento “oportuno” de los acuerdos políticos.
Con Pilar Ramos, coordinadora del Área de Servicios de Información y Divulgación Estadística en el INEC, y Eddy Madrigal, coordinador de la ENAHO, detallamos y contextualizamos los alcances de esta nueva “fotografía” social nuestra.