Escuche acá este programa
El refrán popular reza que “en río revuelto, ganancia de pescadores”. Pero, no siempre. En el desaguisado de la huelga de empleados judiciales – está visto – todos perdimos.
Ellos, los intransigentes de brazos y sensibilidad caídos, perdieron ante el inobjetable repudio ciudadano que encabezó la Defensora de los Habitantes. Terminaron este martes haciendo una patética declaración de “cesión de humanidad” lo que en realidad debieron ceder por obligación. Si, por la obligación de un recurso de amparo y por la obligación de una medida cautelar de la Sala Constitucional que se atrevieron a incumplir. Pero también por la obligación de responder al clamor de los irrespetados parientes que reclamaban a sus vulnerados muertos y por la obligación de atender el enojo manifiesto del país entero.
Pero también perdió la institucionalidad un poco más de su solvencia. Los empleados judiciales nunca entendieron que el derecho a huelga está supeditado a otros derechos fundamentales y mayores.
Y eso nos lleva a considerar que nos equivocamos si pensamos que la institucionalidad democrática costarricense es tan sólida y centenaria que nada la puede maltratar. Si se repiten momentos de irracionalidad y sinsentido como los de estos días, podemos perder aceleradamente lo que nunca hemos sabido aquilatar.
Mayor aun el pesar, cuando salta a la vista que algunos intentaron en este episodio sacar provecho de la confusión, con lo que golpearon a un Poder Judicial francamente venido a menos en los últimos años en su majestad y de paso, intentaron vulnerar además el también delicado equilibrio de poderes, base de la institucionalidad toda.
Pero la historia no ha concluido.
Ahora falta por ver con qué madera se reviste el Congreso frente al obligado pulso con los empleados judiciales que aspiran a mantener pensiones insostenibles financieramente hablando, con medidas “light”, que no alcanzan para sus pretensiones. Ni en tiempos de abundancia. Ni mucho menos en tiempos de estrechez en las finanzas públicas. Estrechez que apenas comienza a advertir las oscuras nubes de un horizonte próximo. Tal vez una Torre de Babel.
Con los abogados Pablo Barahona y Fernando Ferraro conversamos este miércoles 26 en en Hablando Claro.