En el contexto de una crisis política interna de pocos precedentes (el único de su calado es el Watergate de NIxon) Donald Trump, dejó Washington para realizar su primera gira a Oriente y Europa. Un viaje bien planificado con paradas en el mundo árabe, judío y católico. Y -al menos hasta ahora- con un discurso basado en la política de seguridad y la estabilidad, llamando a la unión contra el extremismo yihadista y urgiendo a los musulmanes a aplastar el terrorismo "sin esperar a que sea el poder estadounidense el que destruya a este enemigo"
Es una gira política, pero también de jugosos negocios. Trump cerró ventas de armamento en Riad por 100.000 millones de dólares (la más alta de la historia de Estados Unidos) y dejó amarradas transacciones comerciales por otros 270.000 millones.
El periplo lo lleva ahora a Israel y Palestina, a la sede de la OTAN en Bruselas, a encontrarse con el Papa Francisco en el Vaticano y a la Cumbre del G-7 en Sicilia.
La gira es una prueba de fuego. Los asesores cruzan los dedos esperando que no esboce ningún desatino. Donald Trump sigue siendo un elefante en una cristalería.
En la capital estadounidense, mientras tanto, la situación es color de hormiga. Tras el remezón provocado por la destitución del Director del FBI James Comey, el nombramiento del poderoso fiscal Robert Muller III para investigar la posible colusión de intereses entre cercanos colaboradores de Trump y los rusos, no presagia tranquilidad alguna en el ambiente, sino todo lo contrario. Y los rumores de una eventual impugnación del Mandatario se repiten cada vez más en los círculos políticos.
En medio de tal incertidumbre, el Secretario de Defensa James Mattis, afirmó que una intervención militar de Estados Unidos en Corea del Norte sería una tragedia; lo que generó tranquilidad dadas las declaraciones de Mr. Trump semanas atrás.
De esta inédita coyuntura y sus implicaciones conversamos con el politólogo Guillermo Barquero Chacón en Hablando Claro.
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