Los movimientos migratorios masivos en América Latina tienen hoy profundas raíces en factores de expulsión, como son la pobreza, la falta de oportunidades de trabajo, crisis políticas, económicas y ambientales.
Todo esto configuran oleadas que traen consigo crisis humanitarias marcadas por la violación sistémica de derechos humanos, el aumento de la inseguridad, la violencia y el rechazo de estos grupos en desplazamiento.
Si bien América Latina y el Caribe ha sido tradicionalmente tierra de migración, el panorama actual se intensifica y complica, dado que se componen de migrantes económicos, ambientales, forzados, solicitantes de asilo, refugiados, migrantes en situación irregular, tráfico de personas, víctimas de trata y migrantes varados, niños, niñas y adolescentes no acompañados, entre otras dramáticas realidades.
Una situación de esta envergadura requiere de respuestas y acciones regionales, que a pesar de la reciente cumbre migratoria en Chiapas, México, no se vislumbran, para atender la condición de vulnerabilidad de muchas de las personas involucradas.
En el año 2022 se registraron unas 250 mil personas migrando desde países del sur del continente y pasando las duras condiciones del Tapón del Darién. En lo que va de este año ya se cuentan alrededor de 450 mil.
Para ahondar en la atención a esta realidad conversaremos con el director de la Cátedra en Migración Forzada Internacional, Inclusividad y Derechos Humanos de la Universidad de Guadalajara en México, Hiram Abel y con el director del Observatorio del Desarrollo de la UCR, Carlos Murillo.
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