De las líneas más perversas del manual de las dictaduras resalta, con mucha tinta y sangre, el atropello a las academias y a todos los centros de pensamiento que sean capaces de denunciar las afrentas a los Derechos Humanos. A esa persecución se suman, por supuesto, una interminable lista más de “enemigos” que, a ojos de los déspotas Daniel Ortega y Rosario Murillo, tienen atenazada a la pobre Nicaragua.
El último zarpazo del régimen se acometió contra la reconocidísima Universidad Centroamericana de Nicaragua (UCA) acusada burdamente de ser un centro de terrorismo para, inmediatamente después, recibir la sentencia de cierre tras 63 años de compromiso con la educación y los mejores valores de la identidad de Darío, Sandino, y sus muchos mártires más.
La Provincia Centroamericana de la Compañía de Jesús, propietaria de la universidad, negó los cargos y acusó "una política gubernamental que está violando sistemáticamente los Derechos Humanos… Pobre Ortega, con sus 78 años a cuestas, soñando durar más que el periodismo, que el pensamiento crítico y que la iglesia profética" sentenció el Padre José María Tojeira, ex rector de la UCA de El Salvador, la casa hermana de los nicaragüenses.
Así es. Hasta hoy, una veintena de otras universidades, ONG, la Academia Nicaragüense de la Lengua y la Academia de Ciencias, han sido perseguidas primero y cerradas después, como parte de la estrategia por acabar con el pensamiento libre; el único capaz de liberar a los pueblos.
Conversamos con el sacerdote Tojeira desde San Salvador y nos hacemos acompañar en San José, por nuestro colega comunicador Carlos Sandoval García.
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