En general, los seres humanos tenemos un lente extremadamente corto para enfocar nuestra realidad cotidiana. Por ejemplo, en cuanto a los alimentos se refiere, probablemente su desafío se centra en comprar los insumos que requiere para satisfacer sus necesidades de ingestión calórica y, por supuesto, los gustos que le acompañan; aunque la verdad sea dicha, comemos en exceso, comemos muchos alimentos ultraprocesados, comemos bastante mal…
Pero esto no plantea solo problemas de salud y nutrición. Lo que nos cuesta ver con lente de largo alcance es que la forma de alimentarnos se está convirtiendo, para la humanidad, en un gigantesco desafío a futuro, tan grande que incluso podría poner en jaque nuestra sobrevivencia como especie. No es exageración.
Estudios recientes plantean que más allá del cambio climático y sus severos efectos sobre todos los órdenes de la vida cotidiana, hay que considerar los efectos de la alimentación no solo sobre la salud, sino también sobre el desgaste acelerado de los suelos y el agotamiento de ríos y mares.
La cuestión es que empieza a tornarse perentorio reformar la manera en que producimos y consumimos alimentos y para ello hará falta incluso un sistema de gobernanza internacional que transforme a gran escala la producción agroalimentaria del mundo, porque será necesario redireccionar el capital y el trabajo para producir lo que realmente necesitamos
Para abordar un tema que es tanto técnico y científico como político y social, conversamos con Carlos Francisco Echeverría, autor de “Alimentos, la próxima transición”.
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