Cada cierto tiempo, y ahora de nuevo, está puesto sobre la mesa, un espejismo de ilusión que pretende cautivarnos con la idea de que la exploración y eventual explotación de gas natural, nos serviría para -literalmente- salir de pobres.
La verdad es que no hay estudios técnicos serios que validen a ciencia cierta cuáles son los depósitos existentes y menos aún, formas de probar que tenemos yacimientos por el orden de 15 mil millones de dólares. Tristemente, tampoco hay estudios serios que establezcan categóricamente que esta industria extractiva crearía fuentes de empleo, como se pregona.
Aun si tuviéramos esos recursos bajo la superficie, habría que considerar que por el pequeño tamaño del país y la pequeña escala de nuestra economía, tampoco podríamos competer con naciones que nos llevan 30 años de ventaja en esta actividad y ni siquiera podríamos garantizar a la o las empresas que eventualmente concesionarán, una explotación lucrativa, lo cual se terminaría convirtiendo en un gran riesgo económico para la hacienda pública.
Por el contrario, la transición energética actual -para un país como el nuestro que ya alcanzó una matriz limpia en generación eléctrica, debería apuntar ambiciosamente a la alternativa del futuro basada químicos sintéticos (como el amoniaco verde) alimentados por electricidad, lo cual ayudaría en la apuesta de búsqueda de equidad social a partir de la explotación de nuestros verdaderos y riquísimos recursos.
Para poner en perspectiva tema tan medular, conversamos con el ingeniero José Daniel Lara, doctor en energía y recursos naturales.
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