Turquía superó la segunda vuelta electoral con el triunfo del autócrata Recep Tayyip Erdogan, que suma 5 años más a las dos décadas que tiene de gobernar con mano dura el Ejecutivo, enfrentándose a grupos opositores a cuyos líderes mantiene presos o exiliados, limitando libertades y derechos humanos y generando turbación ciudadana permanente.
Las elecciones no terminan sin denuncias de posibles irregularidades, pero lo consolidan como el político más poderoso tras 40 años en diferentes posiciones y radicalizando cada vez más su mandato.
Sus retos no son menores. La lira (moneda turca) en mínimos históricos frente al dólar y el euro; el desempleo en el 22,5 % y el costo de la vida elevadísimo (45% al menos). Otro de los desafíos es seguir dando atención -calificada de insuficiente- a las víctimas del devastador terremoto de febrero pasado, que dejó 50 mil personas fallecidas y gravísimos daños.
En lo político debe enfrentar los señalamientos, y lo que logre sostener el socialdemócrata Kemal Kiliçdaroglu, quién conjuntó el descontento de agrupaciones en una colación de desencantados, nacionalistas laicos y conservadores religiosos que lo obligaron a ir a esta segunda ronda y ganar con un estrecho margen.
Para poner foco en esta región del mundo conversamos con Javier Johanning, politólogo, docente, investigador y maestrando de relaciones internacionales.
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