Pasó el susto. Aunque tenemos daños que atender y personas a las que brindar apoyo, y siempre quedan deterioros materiales que se agregan al inventario de infraestructura nacional por décadas debilitada, lo cierto es que una combinación de factores nos benefició: por un lado, el país mostró sus capacidades de preparación y por otro, el fenómeno se debilitó lo suficiente en velocidad y trayectoria para no impactarnos como se temió inicialmente.
No lamentamos ni una víctima mortal y eso es lo más importante. Las personas que preventivamente habían salido de sus hogares regresaron y, por el momento, volvemos a retomar la normalidad de nuestra cotidiana existencia, entendiendo que estamos apenas empezando la temporada ciclónica que se extenderá -como todos los años- hasta noviembre.
Por supuesto que las atenciones post emergencia entraron en su siguiente fase: corren las instituciones para reparar averías de servicios públicos, hacer inventarios de atenciones de vivienda y ayuda social y, por supuesto, (órdenes presidenciales incluidas) para poner en habilitación cuanto antes puentes falseados que deben ser sustituidos.
“Somos un país privilegiado de tener un sistema de prevención de riesgo como el que tenemos” Sin discusión. Como lo dijo el presidente de la Comisión Nacional de Emergencias. Ahora vale una reflexión para encontrar nuestras áreas de mejora y prepararnos para la siguiente tormenta. Que la habrá.
Hacemos recuento de Bonnie y las acciones ejecutadas por nuestra institucionalidad con Alejandro Picado Eduarte, presidente de la CNE.