Los expertos aseguran que la desigualdad latinoamericana empieza en la escuela. Y consecuentemente sostienen que Latinoamérica ha producido una gran estafa educativa.
Es, por supuesto, conclusión respecto de los pésimos resultados que exhiben nuestros países en cuanto a los aprendizajes y la adquisición de conocimientos para la vida. Para la inserción laboral y para la vida en general, como proyecto de realización y plenitud de cada ser humano.
En Costa Rica podemos afirmar sin temor a equivocarnos que la educación es una de las áreas de la política pública más diagnosticadas. Tenemos insumos, valoraciones, estudios e investigaciones de la más diversa índole y algunos -como los Informes del Estado de la Educación- de mucha calidad. Pero, también tenemos los datos puros y duros que exhiben los malos resultados. Del tema se ha hablado hasta el cansancio. Y el que menos conoce sabe muy bien que se quiere decir cuando se habla de las dos Costa Ricas: la de la educación pública y la de la educación privada. Claro, por supuesto, son sus excepciones.
También sabemos a cabalidad que la pandemia expuso como una herida abierta la vulnerabilidad de nuestros niños, niñas y adolescentes de la educación pública que -para su mayor desgracia- ya venían del desastre que significaron para ellos las huelgas del 2018 y del 2019. Por eso ahora hay alumnos en quinto grado que no saben leer y escribir bien.
Lectoescritura es un gran desafío. Matemáticas también. Esto es solo la punta del iceberg. La educación está atravesada por otros problemas enormes además de la adquisición de conocimientos, tenemos problemas de conectividad, de equipamiento, de infraestructura, de calidad de los docentes…
¿Cómo está encarando la nueva gestión ministerial los retos? ¿Qué significa "encender la educación"? ¿Cuál es la hoja de ruta para esta administración y para los próximos 10 o 20 años? Lo conversamos este jueves en Hablando Claro.