Si el ministro de Salud fue el relevo idóneo para enfrentar el cataclismo de la pandemia, el ministro de Obras Públicas y Transportes constituye sin duda el símbolo de la apuesta política de unidad nacional que se propuso Carlos Alvarado al iniciar su gestión. Es también el emblema de la resistencia y -no cabe duda- el estandarte de la lealtad que se fraguó en la adversidad de la tempestad política que golpeó a Alvarado con la UPAD y luego a él mismo con los coletazos de la “cochinilla”.
Rodolfo Méndez representa todo eso y más. Llegó a la administración el 8 de mayo del 2018 con la advertencia de que estaría poco tiempo en el cargo. Un año o un poco más. Apenas para ponerle orden y darle impulso a un ministerio que es tan complejo, que hoy mismo, a 5 días del cambio de gobierno, no tiene sucesor.
Al ingeniero Méndez, pero particularmente al político ducho que la vida partidaria socialcristiana le negó en su día la candidatura presidencial, la finalización de su fructífero servicio público lo hizo aguantar (literalmente aguantar) al mando del MOPT los cuatro años de la gestión. Las voces diputadiles, sindicales y algunos sectores de la prensa, clamaban por su caída. Pero los robles no son fáciles de doblegar.
Junto con seis ministros más que pasaron la prueba del cuatrienio, don Rodolfo acompañará el domingo al mandatario (a quien le dobla la edad) a la entrega del poder.
Desde la cima de la experiencia y su terca determinación de concluir lo iniciado, le preguntamos sobre los derroteros del país, las reformas políticas que necesitamos para proporcionarle nuevos bríos a la democracia y por supuesto, algo hablaremos sobre infraestructura y obra pública; punto alto del gobierno que fenece.