El 2022 comienza incierto en lo económico como pocas veces, con un cóctel que tiene como principales ingredientes el acertijo electoral, las dudas sobre los proyectos fiscales pendientes en este cuatrienio y el desasosiego mayúsculo que causa la pandemia en nuestros hogares y en el mundo entero.
Ahí en medio está nuestra economía, con sus desigualdades internas y las proyecciones relativamente optimistas. Hablamos de recuperación del PIB, de los ingresos de las arcas públicas y del disponible de los hogares merced a una lenta (leve e insuficiente) baja en el desempleo, ahora en 14%.
En el paisaje, sin embargo, parece más visible la amenaza de la inflación y el temor a un incremento eventual en las tasas de interés que presione más a familias y empresas endeudadas. Todo en paralelo al comportamiento del tipo de cambio, ahora que los dólares lucen caros para una economía que adolece del volumen de divisas que antes llegaba de la mano de millones de turistas.
Pocas veces ha sido tan difícil mirar las pintas económicas del año, pero no por complejo podemos rehuirle a la tarea. Hay inversiones pendientes, decisiones de cada hogar y afanes de los negocios de hallar el camino correcto para la recuperación. ¿Ahorro? ¿En qué moneda? ¿Invierto? ¿Me endeudo? ¿Vendo ahora o me espero? ¿Cabe el pronóstico del clima? Con el economista José Luis Arce y la amplitud de su abordaje de análisis comenzamos la semana.