Acaso sea por sabiduría popular, acaso por la intuición de que será más difícil que mover la piedra de Aserrí, poner de acuerdo a los decisores políticos en época de ofertas electorales, el Índice de Confianza del Consumidor apenas se sostiene en torno al 39 % (38.9 % para ser precisos). Es decir, ni siquiera la navidad con sus estimulantes vientos fríos logra vencer el pesimismo instalado en los costarricenses.
De acuerdo con el ICC que efectúa trimestralmente la Escuela de Estadística de la Universidad de Costa Rica, ya llevamos seis meses instalados en el pesimismo, y eso no es asunto trivial cuando, a decir del propio coordinador del estudio, el experimentado estadístico, Johnny Madrigal, históricamente tanto la navidad como las elecciones insuflan optimismo y este año se esperaba incluso más dado el bajo nivel de contagios de Covid-19, el impacto de la vacunación y la reactivación económica con su reducción de desempleo en curso.
Pero si nos atenemos a las noticias puras y duras, y a las señales contradictorias que recibimos todos los días, el escepticismo de los consumidores pareciera ser la respuesta más cuerda que podía esperarse.
Veamos. El Ejecutivo viene advirtiendo hace días que el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional debe avanzar, sin embargo el Legislativo pareciera estar instalado en que mejor que no. Ayer mismo la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) -cuya membresía apenas estamos estrenando- advirtió por aquello de quienes no le creen nada al Gobierno, que un bloqueo político que retrase la aprobación de los proyectos de ajuste fiscal “obstaculizaría estas mejoras y comprometería la sostenibilidad de la deuda pública, con posibles repercusiones negativas en los mercados financieros y el tipo de cambio” Suena francamente atemorizante.
No obstante, en la acera del frente, el contendor político más relevante de la campana hoy según las encuestas, el Partido Liberación Nacional respecto del acuerdo con el FMI, un día dice que no, otro que quien sabe y mañana nadie puede adivinar, con lo cual la confusión reina en el ambiente y ya sabemos que la economía es vulnerable a los nervios, las confusiones y las incertidumbres.
Total que el buen golpe de efecto que dio esta semana la agrupación verdiblanca anunciando un solvente equipo económico para una eventual conducción a partir de mayo, quedó sofocado, porque Jose María Figueres anunció su intención de negociar un nuevo acuerdo con el Fondo. Pero su primer aspirante a la diputación josefina, miembro de ese staff y experimentado ex ministro de la Presidencia, Rodrigo Arias, mantuvo su consecuente postura de que el acuerdo negociado es vital para el país y que, por tanto, él mantendrá su compromiso con la agenda de proyectos para procurar el equilibrio fiscal.
Menudo embrollo que, por supuesto, los consumidores que tienen oídos saben sopesar, con el conocimiento del sentido común. Y ni que decir si se atienen las noticias que emanan de la economía estadounidense donde crece la amenaza de la inflación alta y persistente que ha pinchado las expectativas de optimismo de la mismísima Reserva Federal. Y ya sabemos que si allá tosen, aquí nos refriamos. Si a eso añadimos, la variante Ómicron, el aumento persistente del costo de los combustibles y la incertidumbre de ir a elecciones extendidas hasta abril, estamos avisados.
En clave de complicaciones entonces conversamos con el presidente del Banco Central Rodrigo Cubero Brealey.