Lo de este domingo en Nicaragua -ya lo advertía la prensa internacional antes que terminara la pantomima de cerrar urnas y hacer el teatro de esperar resultados- ya era en cierta medida una copia de las elecciones del 2016. Ortega se declara ganador de las votaciones a las que se presentó sin rivales verdaderos, sin observadores internacionales verdaderos, sin prensa internacional. Y sobra decir, sin prensa local independiente en libertad de acción y movimiento. Todo parecido, aunque claro, cada vez más turbio, ilegítimo, violento y falso.
Lo de este domingo era un paso más hacia el abismo de la degradación. No importaba que la comunidad internacional endureciera sus críticas o incluso sanciones de aislamiento político económicas, no importaba la estrepitosa caída en las encuestas previas que dejaban claramente establecido que cualquier candidato opositor (todos encarcelados) le hubiera ganado fácilmente (razón que explica su terror a un proceso eleccionario real). Tampoco importa ya el aislamiento internacional en el que se encuentra. Ortega y Murillo están dispuestos a todo con tal de permanecer el mayor tiempo posible en el poder.
Pero las agallas nicaragüenses desde fuera de fronteras alienta el coraje de quienes resisten adentro. Y Costa Rica fue punto focal de las pseudo elecciones dominicales, no solo porque aquí radican parte de los más de cien mil académicos, periodistas y dirigentes de oposición que tuvieron que escapar tras las protestas y la matanza del 2018, sino porque aquí se concentró la prensa internacional para cubrir los acontecimientos.
Con Edipcia Dubón y Ana Quiróz, activistas de la Unidad Nacional Azul y Blanca conversamos en Hablando Claro.