Luis Antonio Sobrado es uno de los testigos de excepción más cercanos del proceso de transformación social y política del país en este acelerado siglo. Un proceso que inició allá por 1998 con el boquete que abriría el sistema bipartidista desde el abstencionismo que, por primera vez en esa elección nos sorprendía con señales de clara disconformidad, hasta constituirse hoy en un sistema totalmente fragmentado con casi tres decenas de nominaciones presidenciales.
“No hay personas imprescindibles”, dijo al renunciar la semana pasada a su puesto como magistrado y presidente del Tribunal Supremo de Elecciones; un cargo que mantendrá hasta agotar vacaciones y terminar el copioso informe de labores que deberá presentar como lo obliga la ley, para alejarse definitivamente de su casa laboral por los últimos 22 años y dirigirse a la academia universitaria y -con casi total seguridad- al mundo amplio que requerirá del concurso experimentado de uno de los árbitros electorales más reconocidos de nuestra América Latina.
Por supuesto que no hay personas imprescindibles y que el todo es la suma de muchas partes. Lo valioso es que algunas de las figuras que se elevan por encima de la media y mediocre actitud del promedio para abajo que somos casi todos en estos tiempos, permite aquilatar y dimensionar que, en efecto, aunque todos seamos descartables algunos se hacen realmente necesarios en su ejercicio, pero sobre todo en su actitud ejemplarizante.
Nada nuevo hay que aportar al recordar el reciente hecho de que la dimisión tiene que ver con evitarle al TSE el bochorno de señalamientos de posible conflicto de interés por la nominación de su cuñada, la hermana de su esposa, candidata a vicepresidenta de Rolando Araya. Cosa dificilísima de evitar en un país chiquititico en el que todos somos -de una manera u otra- cercanos, conocidos o parientes.
Luis Antonio Sobrado podrá ilustrarnos más de todo cuanto ha observado y vivido en estos tiempos políticos cuando deje definitivamente el cargo. Sin embargo, conversar con él horas después de tan personalísima decisión, podrá ilustrarnos un poco acerca de cómo enfocar el proceso eleccionario tan sui géneris al que asistimos.