La construcción de nuestra sociedad tiene varias raíces que a menudo dejamos fuera de la reflexión sobre quiénes somos ahora que Costa Rica cumple 200 años de vida como territorio independiente.
Debatimos o coincidimos desde nuestra mirada centralizada y, por tanto, limitada y, peor aún, sesgada sobre nuestro pasado y nuestra composición actual, pero no podemos permitirnos dejar por fuera de las reflexiones del Bicentenario el aporte de múltiples pueblos y culturas en nuestra historia. Hablamos desde aquellos 13 cacicazgos que habitaban esta tierra sintiéndose parte de la naturaleza tanto como un árbol o un jaguar, hasta los grupos que llegaron por voluntad o esclavizados y quienes resultamos de la mezcla étnica, que somos casi todos.
Nuestra identidad o identidades nos obligan entonces a mirar lo diverso y lo común para identificar formas de desarrollo necesario ahora en este 2021, de manera que incluya a todas las personas por encima de su color de piel, la procedencia de sus abuelos o del distrito donde residen.
Por suerte tenemos los insumos para elaborar este enfoque, gracias a investigadores que lo han estudiado y divulgado. Uno de ellos, Quince Duncan, voz potente de la comunidad afrodescendiente en Costa Rica y pensador de la diversidad más allá de la negritud. Es además educador; lo fue en lo formal y lo sigue siendo en cada espacio que halle.
Duncan editó y escribió parte de un libro auspiciado por el Colegio de Licenciados y Profesores en Letras (Colypro) como parte del proyecto "Colección del Bicentenario", un esfuerzo meritorio viniendo de una organización del gremio medular del sistema educativo.
Hablamos entonces de Costa Rica, con ese nombre nacido de la leyenda que circuló entre conquistadores españoles sobre un supuesto territorio abundante en oro. Hablamos de los judíos que llegaron fingiendo ser católicos en los barcos españoles, de los esclavos negros traídos desde mucho antes de a menudo decimos, o del mestizaje profuso (y violento) de los pocos hombres blancos con mujeres indígenas y con las afrodescendientes que heredaban a sus hijos la condición de esclavitud, como recuerda Duncan en la primera parte del libro nuevo.
Así hasta que en 1924 la efímera federación Provincias Unidas del Centro de América prohibió la esclavitud, dos años y medio después de la declaración de Independencia que conmemoramos en este mes de setiembre.
Con el profesor Duncan y su mirada inclusiva cerramos esta semana dedicada a mirarnos al espejo y palparnos como sociedad en el momento del Bicentenario.