Las imágenes de cientos de afganos casi colgando de un avión al despegar parecen sacadas de una película muy exagerada, pero son solo la muestra de la realidad cruda y compleja que vive el país asiático ahora que los talibanes se apoderaron también de Kabul, la capital.
El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, anuncio el retiro de las tropas tras el fracaso de la invasión que comenzó hace 20 años con el objetivo de cazar a los terroristas del atentado a las Torres Gemelas en Nueva York, en setiembre del 2001.
Han pasado cuatro presidentes desde entonces y la última decisión de la Casa Blanca era tajante: el 31 de agosto debería marcharse el último soldado estadounidense del territorio montañoso de Afganistán. El presidente afgano salió del país y quedaba el campo abierto para la temida ocupación talibana.
Por eso el pánico de la población reflejado en las tomas desde el aeropuerto de Kabul. Sin democracia, sin seguridad, sin los derechos mínimos, sobre todo para las mujeres, parece casi lógica la extrema decisión de colgarse de un avión para salir del país propio. El drama humano es tremendo, pero así ha resultado del duelo de poder ante los combatientes talibanes nacidos en el caldo que dejaron las tropas soviéticas al abandonar Afganistán en 1989 tras el fracaso de su invasión.
Las potencias internacionales miran de nuevo al conflicto afgano con lentes muy distintos, son muchos los factores en juego y las noticias no paran. Es difícil comprender lo que allí ocurre y quizás lo sea más explicarlo, pero el profesor e investigador Sergio Moya está acostumbrado a facilitarlo. Nos valemos de su aporte en Hablando Claro.