El dedo en la llaga. Imponer un tributo global a las compañías multinacionales y tecnológicas es algo que parecía hasta hace poco una utopía. Y no es que vaya a implementarse mañana. Pero al parecer el mundo hoy está más cerca de alcanzarlo que nunca antes.
El fin de semana pasado los países más poderosos del mundo, los del G-7 (Canadá, Estados Unidos, Japón, Francia, Alemania, Italia y Reino Unido) acordaron avanzar hacia una reforma para establecer un impuesto a las sociedades que -en principio- podría oscilar entre el 15 % y el 20 %, según la cuantía de las utilidades.
Una verdadera revolución que pretendería introducir algo más de justicia tributaria en un mundo en extremo desigual, en el que por fin se daría una lucha real no solo contra los paraísos fiscales, sino contra la guerra de “carreras hacia abajo” mediante las que naciones como Irlanda, Hungría, Países Bajos y la misma Costa Rica hemos logrado atraer el establecimiento de grandes empresas para la generación de empleo cualificado a cambio de exoneraciones impositivas.
Por supuesto, lo sucedido en la Cumbre del G-7 el fin de semana en Londres fue un primer paso. El próximo mes de julio, en Venecia, la propuesta será conocida por el ampliado G-20 y luego será debatida también en la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico.
Para los entendidos en la materia, el gran obstáculo a salvar será la eventual implementación. Nadie dijo que sería fácil. No solo será cuestión de llevar a resolución un acuerdo que implicaría a unas 140 naciones del mundo. Habría que definir qué es lo que se debe grabar y tan importante como ello, adónde se grabará, pues no solo se trataría de tributos en las sedes principales o domicilios sociales de las corporaciones, sino también en las propias sedes de las actividades.
Aun cuando la buena noticia es por ahora expectativa, lo cierto es que eventualmente tendremos que evaluar nuestro sistema de incentivos fiscales de zonas francas para adecuarlo a las condiciones que el mundo desarrollado vaya perfilando. Sobre la revolución tributaria global conversamos con el economista José Luis Arce.