Desde que Carlos Ricardo Benavides llegó a la Asamblea Legislativa por primera vez en 2002, hasta hoy que ejerce su segunda diputación, mucha agua ha corrido bajo el puente de su experiencia política. Ha sido desde jefe de fracción, ministro de Turismo, ministro de Deportes, ministro de la Presidencia, hasta Presidente del Congreso.
Reconocido por propios y opositores como un hábil negociador y un político enfocado en objetivos, este puntarenense de 51 años es el más joven de los precandidatos liberacionistas que pelearán la nominación de ese partido el domingo 6 de junio.
En su casa partidaria no pocos le acusan de traición, por haber puesto el hombro (de manera determinante dicen los que participaron de esas negociaciones) en la tramitación y aprobación de la reforma fiscal del 2018. Es también el artífice de la modificación a la ley de huelgas que logró aprobar el Congreso tras el traumático episodio de la paralización de educadores de ese mismo año; esa que les pasó una factura que nunca podrán saldar casi un millón de niños y jóvenes de la educación pública en aquel malogrado curso lectivo.
Casado con pasión y convicción con sus ideas, Benavides asumió el costo político de abrazar la pesca de arrastre. Aquella que finalmente vetó el Presidente Alvarado a cargo del naufragio en las aguas turbulentas de las redes sociales y las protestas de ambientalistas y ciudadanos. Y a pesar de ello, aún la defiende, porque estima que nadie tiene nada bueno que ofrecer a cambio a la gente que dependía de esa pesca, como le ocurre a miles de puntarenenses que siguen sumidos en el desempleo y la desesperanza, a expensas del narcotráfico.
Lo más curioso, es que con tantas peleas ganadas y perdidas, sea uno de los políticos menos reconocidos del país. Con Carlos Ricardo Benavides, conversamos en Hablando Claro.