La Asamblea Legislativa volvió a sesionar; por ahora. El nuevo parón provocado por los contagios de COVID-19 dejó en pausa una agenda crítica, ahora que casi todo es crítico. Lo menos que podemos esperar del Legislativo es responsabilidad para conducirse como contraparte del Ejecutivo que también tiene encima demandas desconfiadas y exigentes de la población (en toda una gama variada y contradictoria).
La emergencia sanitaria debe ser un motivo para actuar en lo que le atañe tanto como en otras áreas no menos urgentes. Llegamos a la alarmante cifra de 3.173 contagios, con 1.320 hospitalizados y 26 fallecimientos en 24 horas, cuando hace apenas un mes teníamos 26 decesos ¡en casi una semana entera!
Lo cierto es que junto con esta cruda realidad golpeándonos la cara, la economía de las familias, el abordaje del descalabro de la educación y las finanzas públicas enclenques son solo algunas tareas que Gobierno y Congreso deben acometer con claridad y sin ardides electorales; por iluso que parezca.
Esa acción política pasa en buena medida por la buena comunicación, una tarea en la que los gobiernos recientes de Costa Rica han debido reconocer fracasos, sea por respuestas tardías, discursos poco claros o evasivos, por ausencia de los líderes o por el empoderamiento de terceros, o por una mezcla de todo un poco, las "fake news" -que saben propagarse más rápido que el coronavirus- acaban contaminando la opinión pública.
Todo esto tiene que ver con el trabajo de Giannina Dinarte, ministra de la Presidencia. Las preguntas son muchas y se las planteamos a ella.