Al corte dado a conocer este domingo por el presidente ejecutivo de la Caja, Román Macaya, más de mil (1.188) camas estaban destinadas a pacientes covid. Para tener una idea de cómo ha aumentado la ocupación, apenas 13 días atrás, el 27 de abril pasado, la ocupación era de 800 camas y ya para entonces se advertía de la inminencia de la saturación. Es decir, hoy, una de cada cinco camas de todos los hospitales del país están destinadas a Covid. Esa realidad implica que personas que requieren una cama de Cuidados Intensivos (covid o no) pueden estar esperando atención en una sala de emergencias y que para cuando haya una disponible, tal vez sea demasiado tarde. Eso es lo que significa la saturación hospitalaria. Que la gente puede morir en emergencias, sin haber accedido a la terapia y los cuidados sofisticados que requerían y que solo se encuentran en moderados, severos y críticos.
Implica también que vivimos un momento desconcertante porque tristemente según nuestra naturaleza humana, muchos están viendo hacia otro lado, rompiendo burbujas especialmente en espacios de socialización: en fiestas y reuniones, sí, pero también en espacios laborales. No en balde ha habido contagios enteros en centros de trabajo.
Entendible entonces a partir de la criticidad de la saturación de espacios de atención hospitalaria que los gerentes de la CCSS hayan solicitado a las autoridades nacionales elevar a roja la alerta sanitaria del país. Y como bien sabemos, en estos 14 meses, no ha habido nunca alerta roja. El alto total.
La situación es muy compleja, porque mientras la Unión Médica Nacional también demanda medidas más restrictivas de cierre, los empresarios argumentan que no aguantan más y ciertamente, hay hambre en muchos hogares y el país, sin dinero para ayudas sociales, no puede limitarse aún más la actividad productiva, y el Ejecutivo se debate entre las exigencias de unos y las exigencias de otros, apuntando a algo que hoy no parece existir: un justo medio.
Como si todo esto no fuera poco, los que están convencidos de teorías conspirativas esparcen con peligrosa efectividad mentiras sobre proyectos de ley inexistentes (como un supuesto aumento del impuesto de bienes inmuebles) o sobre congelamiento de salarios vía ley de empleo público (cosa que el proyecto de ley que se discute en el Congreso tampoco establece). El escenario más temido es que esas falsedades y otras de igual o peor calado logren convocar bloqueos y manifestaciones cuyo único desenlace previsible sería el esparcimiento de más contagios y por tanto, más saturación hospitalaria. O como dijo el Dr. Román Macaya solo sirven para minar la respuesta país que es necesaria para abordar la pandemia. Conversamos con los doctores Marco Vargas y Aurora Pastor, jefes del CEACO.