Don Carlos Alvarado entra en la recta final de su mandato constitucional. Va perfilando por tanto el horizonte de atraque de un mar turbulento, pero con una nave (la institucionalidad del país) que aún tiene -aunque cada vez más estrechos- márgenes de maniobra. Por esos espacios, asegura, se pudo enfrentar en 2018 una crisis fiscal sin desmantelar el Estado Social de Derecho. Pero eso ya es historia. Aunque sea muy reciente.
Este martes presentó su tercer informe del Estado Político de la República ante el Congreso. El segundo que dirige en pandemia y ahora ante una ola de contagios inimaginable hace un año.
Más allá de las habituales críticas por la sobredimensión de los logros o las omisiones que se le señalan, es menester observar la línea que propone para llegar a puerto y entregar el navío al próximo capitán.
Señala como dos reformas de estado señeras, el Reglamento legislativo y la reforma (aún pendiente) del actual y muy superado esquema de empleo público y apuesta en el último año a que los motores de empuje (Ejecutivo y Legislativo) alcancen para aprobar tanto el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional como sus proyectos adjuntos. Ambicioso y por lo demás difícil, estando cerca del remolino de aspiraciones electorales que puede hacer naufragar el endeble equilibrio de ese ajuste fiscal que alcanzaría para llegar a mayo, pero no para sobrellevar el 2022 con cierto alivio. Es decir, no para la administración que termina, sino para el país que sigue al día siguiente de las elecciones de febrero… o de abril. Con el presidente de la República, Carlos Alvarado, conversamos en Hablando Claro.