De seguro quienes tuvimos internet durante el último año de restricciones y distanciamiento social nos consideramos afortunados. Claro, también de seguro pensamos no pocas veces que habría sido bueno tener un mejor internet que soportara en condiciones óptimas la reunión por Zoom, la transmisión de un espectáculo, la carga de material de trabajo o el acceso a una plataforma educativa.
La pandemia nos hizo valorar la vida en digital y ahora no hay vuelta atrás. Si ya Costa Rica traía un retraso en conectividad (celulares aparte), ahora sí que estamos más urgidos por avanzar en las grandes tecnologías que nos permitan alojar la vida del futuro, incluidos los negocios, la educación y la cotidianidad en general.
Va siendo hora de hablar de redes de quinta generación (5G), no porque nos haga falta en nuestro ámbito doméstico, sino porque nos hará falta muy pronto para la competitividad del país. Ya sabemos a la velocidad en que evolucionan las tecnologías.
Empezar a caminar en esa dirección depende del Estado, porque al estado (a nosotros) pertenece el espectro radioeléctrico en el que se alojan las frecuencias necesarias, y porque el ICE tiene la palabra. Lo observa con cuidado la industria de las telecomunicaciones, que por ahora se basta también con la 4G, pero que entiende que el peso de la tecnología creció en el 2020 y con ello también las perspectivas económicas a su alrededor.
El tema puede parecer etéreo ante las urgencias concretas del momento en Costa Rica, pero lo aproximamos a nosotros cuando hablamos de plataformas educativas en red, de nómadas digitales o de ‘oficinas infinitas’. En cualquier caso, llegará a ser tangible cuando lo sepamos incorporar o llegará a ser doloroso si nos desenganchamos de ese tren global.
Lo explicamos y lo desgranamos este viernes con Edwin Estrada, ex viceministro de Telecomunicaciones, y con Adolfo Cruz, vicepresidente de la Cámara de Tecnologías de Información y Comunicación (Camtic) y CEO de la empresa Proximity.