Si por la víspera se saca el día, lo que resta del año será tan movido política y socialmente hablando, como el inicio de este 2021. Empezando por sendas listas de aspirantes a las nominaciones partidarias y siguiendo con las asambleas formales o los conciliábulos informales del fin de semana último para definir los diferentes juegos de ajedrez. Ni qué decir de los tambores de guerra que suceden a quienes anuncian el reinicio de protestas motivados (¿quizás?) por el llamado a no tomar decisiones de la unión de cámaras y parte de las organizaciones sindicales. Tampoco se puede dejar de lado no solo a quienes detestan un acuerdo con el FMI, sino a aquellos que sí claman por un acuerdo, siempre que no sea el que está en proceso de ratificación en el Directorio de la organización financiera. ¡Como si fuera posible alcanzar algún acuerdo previo entre nosotros!
Y si nos referimos a la semana en curso, tampoco se puede obviar como acto central de la escena política, la comparecencia del Presidente de la República (constitución de lado) en el plenario de la Asamblea Legislativa. Sin importar que el propio asesor de los diputados, el Departamento de Servicios Técnicos, estableciera que la comparecencia no podía efectuarse en ese recinto, la determinación opositora logró su cometido de llevar al mandatario a lo que él calificó en las últimas horas como “una trampa”. Si no aceptaba asistir sería culpado de intentar evadirse al interrogatorio y dado que si irá, no se escapará de ser señalado como partícipe de irrespetar la Carta Magna que juró defender.
Independientemente de lo que se establezca al final (vía judicial incluida) todo parece indicar que no hay que ser muy avezado para saber que el veredicto será la culpabilidad política, pues algún diputado ya adelantó que están montando el expediente para establecer “el caso de espionaje más grande de la historia de Costa Rica”. En clave de juegos/fuegos electorales conversamos en Hablando Claro con el politólogo Gustavo Araya Martínez.