En los últimos días la tarea fundamental de Hacienda es aclarar qué es lo que no buscan sus iniciativas de ley. Sí. Hacienda no busca convencer lo que pretende alcanzar, sino de lo que no persigue conseguir. ¿Entonces? Bueno, el recaudador de impuestos no quiere gravar las zonas francas. Tampoco -jura y perjura- pretende ponerle impuestos a los ahorros para la vejez; es decir no va a penalizar a quienes guardan previsoriamente para cuando no puedan trabajar. Hacienda tampoco quiere hacer del impuesto a las casas de lujo un castigo a la clase media por el logro de tener un hogar propio. Asegura que solo busca que los que más tienen más paguen. Pero no le creen. El fantasma de la regresividad se cierne sobre la desconfianza instalada.
Todo el barullo forma parte de la discusión de los proyectos que deberán ser- más temprano que tarde- aprobados por los diputados si es que finalmente optamos por un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional como el que avalan muchos y adversan otros tantos. Tantos como la Unión de Cámaras y en mancuerna con facciones del sindicalismo. Nada nuevo sobre el horizonte. Si no más bien el signo de los tiempos de la fragmentación.
Lo cierto y real es que Hacienda hace control de daños y trata de separar la paja del grano para dejar establecido cuáles son sus expectativas de recaudación de ingresos, al tiempo que se soca la faja con recorte de ingresos al gasto público habitual para hacer de la disminución una norma de observancia obligatoria, aunque sin poderle entrarle aún a la reforma del estado por la que muchos claman y que -al parecer- deberá ser tarea de la próxima gestión gubernamental; lo que implica necesariamente que los muchos aspirantes a candidatos presidenciales deben tener claro que sus propuestas deberían pasar por el tamiz de la cruda realidad, antes que por el espejismo de la seducción sin contenido. Hacemos nuestro Hablando Claro con el Director General de Tributación Directa de Hacienda, Carlos Vargas.