Hacer periodismo en una democracia consolidada es un privilegio que obliga a un estándar de responsabilidad superlativa. No solo es una vocación de servicio, sino también un oficio delicado. Su mala praxis afecta el cuerpo social, lo hiere y es incluso capaz de envenenarlo. Por supuesto, el periodismo no lo es per sé. Está inserto y responde a unos cánones de convivencia, a unos valores determinados y a las diversas coyunturas por las que atraviesa la sociedad. Y cada uno de esos momentos plantea sus propios desafíos.
En un régimen abierto y de plenas garantías como el nuestro, el periodismo padece y refleja las mismas virtudes, los mismos vicios y defectos que observamos y criticamos duramente en la clase política, los sectores empresariales organizados, los conglomerados sindicales y tantos otros grupos de intereses. Eso ha sido lo de siempre.
Hoy asistimos además a la explosión de la información, a la consolidación de los conglomerados de información digitales, que se abrieron paso en estampida en las últimas décadas agitando las pocas certezas del pasado para remover todos los cimientos de la vida en sociedad. También obviamente, los cimientos de la vieja prensa. Sí, es cierto, es la época de las noticias falsas. Pero es mucho más que solo eso. Vivimos en la época de la sustitución de los hechos. Vivimos en un mundo de incertezas. Y los que hacemos periodismo también somos parte de los cambios en proceso.
Este primero de febrero festejamos nuestros 14 años Hablando Claro en Radio Columbia (18 años desde que surgimos en el dial) con una conversación para poner en perspectiva el valor y la desvalorización de nuestro oficio: ser periodistas por pasión y convicción. Y lo hacemos con el colega Ernesto Rivera director de Costa Rica Noticias de Canal 13 para celebrar también el Premio Nacional de Periodismo Pío Víquez 2020 por la serie de reportajes sobre el trasiego ilegal del oro. Nos acompañará además el especialista en Comunicación Política, Carlos Brenes.