Joe Biden ya es presidente en ejercicio. La jornada del traspaso de poderes en la capital estadounidense estuvo colmada de poderosos símbolos. Quienes asistieron. Quienes hablaron. Quienes cantaron. Por supuesto, el autoexcluido de la ceremonia. Los homenajes en forma de silencios y tributos florales. El tantas veces citado retorno de la decencia, la compostura, el acuerdo para con las formas, tan significativas en la política como el fondo mismo.
Y poco después, los primeros decretos. Sin tiempo que perder para enfrentar los gigantescos desafíos de la pandemia que marca a los Estados Unidos como el primer país del mundo en contagios y muertes por coronavirus, la crisis económica y las inmensas murallas de la división que atraviesa -como una herida abierta y profunda- la convivencia. Porque no es posible dejar de observar que a pesar de la fiesta, el colorido y el ánimo de la irrupción de la nueva era que celebran millones de estadounidenses y (casi) todos los mandatarios del mundo, la polarización está instalada. Y para no olvidarlo, el ahora expresidente se encargará de recordarlo.
Así el mandatario estadounidense deberá lidiar con delicados hilos internos, al tiempo que recompone el tejido de la política exterior, con lo que se espera será el retorno de la potencia al multilateralismo y el reencuentro con sus antiguos y tradicionales aliados que fueron desdeñados por la muy polémica administración que terminó y que a partir de ahora empieza a presentarse al juicio de la historia. Con el periodista, ex embajador y agudo observador de la realidad internacional Eduardo Ulibarri comentamos la jornada.