Niños y adolescentes vuelven a las aulas este 8 de febrero después de la interrupción de clases presenciales más largas que recordamos en Costa Rica. Será un retorno gradual, mezclado de presencialidad y distancia, controlado y susceptible de cambios, sí, pero con el beneficio para los estudiantes de volverse a encontrar con sus compañeros y maestros después de que el 2020 los sumió en sus casas para reducir el peligro de contagio de un coronavirus que, sin embargo, sigue entre nosotros.
Es mucho el trabajo pendiente, la recuperación de lo que se dejó de hacer el año pasado y la reconexión con casi un tercio de los estudiantes que carecieron de posibilidades de mantenerse "presentes" mediante un Internet al menos aceptable. Otros quizás se desconectaron del todo y habrá que ir a buscarlos a sus casas o lugares de trabajo para evitar que la crisis sanitaria se convierta en una crisis educativa aún de mayores consecuencias a mediano y largo plazo.
Las preguntas son muchas de parte de escolares y colegiales, pero también de docentes y de padres de familia. Algunas pasan por el miedo a los contagios. Otras, por la forma de lograr una enseñanza eficaz en la "nueva normalidad". Las autoridades del Ministerio de Educación intentan maximizar la prevención con protocolos y una campaña de información, aunque mucho dependerá (como casi siempre) de lo que haga cada centro educativo según sus propias circunstancias. "Yo me cuido, yo te cuido y la comunidad se cuida" es el lema. Para ahondar en esos factores del regreso a clases y en los planes proyectados, entrevistamos a la ministra de Educación, Giselle Cruz.