Si alguien tenía aún dudas acerca del inmenso poderío e impacto de las redes sociales en nuestras vidas, la suspensión permanente de la cuenta de @realDonaldTrump en Twitter (y por ahora temporal en Facebook) ofrece una magnífica oportunidad para dimensionar ese aspecto inevitable de la convivencia humana hoy.
Twitter se lo pensó dos veces antes de tomar la extrema decisión. Pero tanto fue el cántaro al agua que se reventó. Pese a que la política de la red del pajarito siempre fue de libertad total respecto del uso de su red por parte de políticos y particularmente de dirigentes mundiales, finalmente bloqueó a su usuario número 1. "Tras una revisión minuciosa de los recientes tuits de la cuenta @realDonaldTrump y el contexto que los rodea - específicamente cómo se están recibiendo e interpretando dentro y fuera de Twitter - hemos suspendido permanentemente la cuenta debido al riesgo de una mayor incitación a la violencia".
El debate respecto de la restricción de libertades corre en líneas paralelas con el impacto económico. Este lunes las acciones de Twitter cayeron hasta un 11% en la apertura del mercado bursátil.
El eco del asalto al Capitolio el pasado miércoles también obligó a Google, Amazon y Apple a cercar a Parler, una red social financiada por aliados del saliente inquilino de la Casa Blanca que se ha convertido en refugio de muchos participantes en las protestas y que también fueron bloqueados por Twitter, que por cierto a decir de los conocedores le debe en gran medida al mismo Trump su resurgimiento, pues había caído tanto años atrás que algunos vaticinaron que fenecería.
Pero las implicaciones económicas (acaso momentáneas) palidecen frente al debate abierto por tantos años respecto del espinoso tema de la defensa de la libertad de expresión. Por un lado, si seguimos defendiendo como hasta ahora, la libertad sin cortapisas, nos exponemos a las conflagraciones generadas por quienes -como Trump- alientan la sublevación contra la institucionalidad democrática. Por otro, la añeja preocupación de que cuando se inicia la censura, no podemos garantizar que no terminará acabando la democracia.
Para el Comisario Europeo Thierry Breton lo sucedido el miércoles pasado es el equivalente al 11-S de las redes sociales y marca un antes y un después en el debate. "Las insurrecciones de la semana pasada han marcado el punto cúspide de años de discursos de odio, incitaciones a la violencia, desinformación y estrategias desestabilizadoras que han sido toleradas sin ningún tipo de restricciones en redes sociales muy conocidas. Lo que ha ocurrido en Washington es la prueba de que un espacio digital desregulado, con reminiscencias del Salvaje Oeste, tiene un profundo impacto en los pilares fundacionales de nuestras democracias contemporáneas". Para abordar el tema conversamos con el especialista en comunicación política Gustavo Román Jacobo y el periodista Cristian Cambronero.