Algunos partidos se pellizcan para saber si existen o para despertarse, mientras en otros se visibilizan enormes contradicciones internas que no sorprenden pero resuenan.
Un ejemplo de esta última es el PLN, tan histórico como herido, tan determinante como conflictuado. El episodio del crédito del BID por $250 millones volvió a retratar sus divergencias, pues la fracción verdiblanca (sin la cual nada se mueve en el Congreso) votó por desecharlo después de haber aprobado en el presupuesto la ejecución del gasto que se iba a cubrir con esos recursos. Es decir, aprobaron organizar almuerzo y después rechazaron los recursos para comprar la comida, con un pretexto que compartiría una parte de la población: desconfianza para con el Ejecutivo.
Al Gobierno, siempre débil y a menudo desconcertante, le queda la opción del endeudamiento con lo que ofrezca el mercado interno, como si llegar a 70% del PIB no fuera una cifra horrible para salir a buscar quién nos financie los gastos, esenciales o no. Rechazar ese crédito del BID es, además, "una señal de insensatez" ante los organismos que prestan en condiciones blandas, como dijo el expresidente Óscar Arias. Seguro es un mensaje incómodo de leer para los diputados liberacionistas.
Y así aterriza el año, con proyectos encaminados en el Congreso que volverá a activarse hasta el 11 de enero con tareas complicadas y aún más presionadas por la cercanía del proceso electoral. Si hay discusión sobre gravar el salario escolar de los burócratas, imagínense nada más con el proyecto sobre empleo público. Con el afán de describir y explicar el paisaje, el politólogo Gustavo Araya nos acompaña en Hablando Claro.