A la emergencia sanitaria nacional por el Covid 19 aún en plena vigencia, se suma ahora la declaratoria de emergencia en parte del territorio por la embestida indirecta pero de impacto muy tangible del último fenómeno de la temporada de huracanes. Temporada que -dicho sea de paso- aún no termina.
Aunque cueste asimilarlo, en Centroamérica no hemos aprendido aún algunas lecciones básicas de los desastres naturales. Justo vamos apenas saliendo de otro de esos episodios dolorosos con las decenas de muertes que dejó Eta a su paso por el Istmo; el mismo que ahora afecta a Florida tras un recorrido casi caprichoso.
Acciones preventivas suficientes, información cartográfica detallada para identificar el riesgo por comunidades, poblaciones capacitadas e infraestructura resiliente son algunas de las carencias que el geólogo Allan Astorga identificó en estos días en su informe técnico para el Centro de Coordinación para la Prevención de los Desastres en América Central y República Dominicana (Cepredenac).
Así nos aprestamos a otro fenómeno meteorológico que podría golpear a de nuevo a la región en esta misma semana, sin que en Costa Rica hayamos calculado aún el daño en calles, hogares y cultivos, y sin que países hermanos como Guatemala sepan aún cuántas vidas perdió. Todo con recursos muy escasos, como es nuestra realidad centroamericana.
Ninguna prevención es demasiada, porque la inclemencia de cada fenómeno solo es posible saberla cuando ha pasado el huracán. Ponemos, por tanto, el dedo en el renglón del recuento de enseñanzas y de la prevención urgente con los geólogos Allan Astorga y Lídier Esquivel, jefe de la Unidad de Investigación y Análisis del Riesgo de la Comisión Nacional de Emergencias (CNE).