Fotografía: Miriet Ábrego - Semanario Universidad.
El país intenta recuperar un poco de normalidad pandémica, es decir normalidad sin bloqueos en pleno pico de contagios de SARS-CoV-2. Paradójico. Nunca pensamos aspirar a la “normalidad” de la pandemia. Pero así andamos.
El fin de semana nos permitió desconectarnos de la congoja a unos y transitar por fin con tranquilidad a otros, en varias carreteras nacionales; mientras en los focos calientes de Pérez Zeledón y San Carlos (históricos por el activismo en sus reivindicaciones) se mantuvieron las acciones de bloqueo en paralelo con caminatas pacíficas de trabajadores cuyos centros de producción están varados por la imposibilidad de trasladar las cosechas a puertos o incluso hasta de empacar los productos de la tierra a falta de cajas y embalajes que no llegaron oportunamente a su destino. Hemos perdido cientos de millones de necesarísimos colones de exportación, hemos dado un golpe a la actividad que mantiene puestos de trabajo (con saldo dolorosísimo de más suspensiones de contratos) y el turismo también recibió su estocada en plena búsqueda de oxígeno para levantarse.
Y para más, la semana empieza con marchas de protesta contra el gobierno. Y la “normalidad pandémica” seguirá entonces marcada por la inconformidad y el descontento a pesar de la desmovilización parcial de los bloqueos.
Pero lo rescatable -hay que empeñarse en ser tercamente optimista en medio de la frustración el desconcierto- es que la sangre no llega al río. Lo que en otros lares hubiera desatado hace días una conflagración, aquí se sostiene. Aún. Y la esperanza es que el Gobierno, los actores de grupos organizados y legítimamente reconocidos y todos aquellos que de buena fe lo propicien, sean capaces de articular los diálogos para las difíciles decisiones pendientes. Pendientes e inevitables.
¿Cómo volvemos a reencontrarnos? Una cuestión que formulamos justo el día en que recordamos el encuentro de culturas del viejo y el nuevo mundo.
En conmemoración de la llegada de Cristóbal Colón a nuestras tierras en 1492 desde Génova, adonde el maestro costarricense Jiménez Deredia está precisamente afincado hoy con una exposición de sus grandes obras, nos llega un mensaje de esperanza y nos recuerda de donde venimos y cuáles son nuestras responsabilidades para con la Patria que forjamos y habremos de heredar. Conversamos con el escultor Jorge Jiménez Deredia en Hablando Claro.