Tenemos una cantidad significativa de desafíos que encarar. Hoy. Ahora. Poco o nada importan los peros, las justificaciones o excusas (buenas o pésimas) para no hacerlo. Cierto es que casi desde 200 años atrás nos convencimos a nosotros mismos que siempre es mejor que se aclaren los nublados del día antes de decidir. El asunto es que –querámoslo o no- ya no va a aclarar. La tormenta arreciará. Hablamos de tratamientos amargos impostergables. Con poco tiempo de maniobra.
Apenas hace una semana conmemoramos el aniversario patrio y un segundo después de nuevo nos soplan fuertes los vientos huracanados de la confrontación. Tenemos en juego mucho más que la estabilidad de las finanzas públicas, es cierto. Pero si no podemos resolver lo inmediato, no podremos tampoco poner los énfasis necesarios en otros derroteros tanto o más importantes, como la delicada encrucijada de la educación de cientos de miles de niños y adolescentes o la necesidad de dar oportunidades de educación formal y no formal a tantos adultos que vienen rezagados incluso desde la última crisis económica de 40 años atrás.
¿Cómo negociar, cómo acercar, cómo conciliar posiciones en un clima tan deteriorado para un debate público que oriente hacia el bien común? ¿Cómo decidir los mejores cursos de acción para toda la sociedad, en este entramado que viene apuntalando -desde ya bastantes años para acá- feudos de intereses sectoriales? Conversamos con el director del Estado de la Nación, Jorge Vargas Cullel