Es obvio que nunca pensamos celebrar así la antesala de los 200 años de la Independencia; no solo por la ausencia del colorido de los desfiles, sino por el estado delicado de nuestro país en lo sanitario, en lo social y en lo económico, incluyendo por supuesto la presión sobre el sistema institucional.
La realidad, sin embargo, impone sin miramientos las circunstancias de esta conmemoración. Tenemos entre manos una emergencia educativa y la urgencia de allegar recursos a las arcas públicas mediante un acuerdo con el FMI que despierta suspicacias.
No fueron temas que escaparan del discurso presidencial de 14 y 15 de setiembre, en el que el Presidente Carlos Alvarado adelantó algunos de los "ingredientes prohibidos" de esa negociación con el FMI que comenzaría en octubre. Llamó a la solidaridad nacional para qué la factura más grande la paguen los que realmente pueden pagar facturas grandes. Pidió también defender nuestro marco institucional, pero prefirió un mensaje más bien discreto sin grandes evocaciones y sin ondear demasiado al "Bicentenario" que nos espera el año próximo. Sí dio un guiño valioso a quienes hacen cálculos electorales: quiere dejar las cosas manejables para el próximo gobierno, dijo.
Importa cómo le habla el Gobierno a los sectores sociales, a las distintas clases empresariales y a las distintas facciones gremiales, a los partidos políticos balcanizados y a una Asamblea Legislativa donde hay diputados que hoy abordan un tema trascendental con alta responsabilidad y mañana boicotean un proyecto molestos por dónde estarán sentados en el nuevo edificio, como ocurrió con el PUSC este martes, según reportó el diario La Nación. Conviene palpar el mensaje del momento y aprovechar los apuntes del politólogo Gustavo Araya, quien nos acompaña en Hablando Claro.