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    2 setiembre: No se trataba solamente de unos cuantos coligalleros artesanales, era toda una gran y poderosa estructura que sacó oro por el aeropuerto Juan Santamaría. Con Carlos Manuel Rodríguez.

    2 setiembre: No se trataba solamente de unos cuantos coligalleros artesanales, era toda una gran y poderosa estructura que sacó oro por el aeropuerto Juan Santamaría. Con Carlos Manuel Rodríguez.


    Hay quienes genuinamente creen que si legalizamos la extracción de oro en Crucitas resolveremos todos nuestros problemas. Si todos. No solo los del déficit fiscal. Como es bien sabido el codiciado oro -al igual que el otrora llamado oro negro o las piedras preciosas- han marcado el devenir de la ambición humana. Pero también muchas de sus desgracias.

    Aunque no se trata de satanizar la explotación sostenible de los recursos de natura, a la vista de la historia está que los recursos minerales y sus procesos extractivos tampoco son la expresión de la democratización de la distribución de la riqueza.

    Dicho lo anterior, a nosotros los ticos la explotación del oro se nos convirtió en un dolor permanente de cabeza de años para acá. Sin ir muy lejos, acabamos de enterarnos de que el negocio ilícito en Crucitas no era solo el de unos cuantos coligalleros artesanales que sacaban el recurso por la frontera terrestre y lo vendían en Nicaragua, como creímos por mucho tiempo.

    Lo cierto es que también había una gran y poderosa estructura tras bambalinas y cuando el entonces ministro de Ambiente dijo en la Asamblea Legislativa que el oro de las fincas de Cutris de San Carlos salía por el aeropuerto Juan Santamaría, fue objeto de diatribas políticas y mediáticas. Horas después, cuando las autoridades judiciales confirmaron nada menos que 32 allanamientos y 27 capturas en una vasta operación policial, nadie se burló más. Todos estupefactos.

    Así fue que nos dimos cuenta de que el oro salía de Crucitas, se procesaba en los experimentados bodegones del cantón de Abangares para luego enviarse a mercados Miami, Houston y Los Ángeles, en efecto, muy tranquilamente, por la primera terminal aérea del país. Es decir, a vista y paciencia.

    Antes de este impresionante descubrimiento ya había cobrado fuerza la tesis de quienes estiman que si legalizamos la extracción y producción de oro saldremos de problemas como por arte de magia. La idea que tienen es que si alguien se ha de enriquecer con el producto del subsuelo nacional, ¿por qué no hacer el negocio a derecho?

    ¿Será tiempo de hacerlo? O más bien ¿corremos el riesgo de encandilarnos con el brillo efímero del metal que nos implicaría más problemas que beneficios? ¿Cuál es la solución? Con el ahora exministro de Ambiente y Energía, Carlos Manuel Rodríguez Echeverría conversamos en Hablando Claro.


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