Setiembre; inicio de la autogestión del riesgo. Tendremos que usar mascarilla obligatoriamente. Pero no será tan sencillo como incorporar con mayor rigor un elemento de protección que de todas maneras ya usamos diariamente, junto con los demás protocolos ya harto conocidos.
Ahora, llevamos más de dos meses de crecimiento acelerado de contagios y –lo hemos dicho reiteradamente- acusamos cansancio por las obligadas limitaciones a la interacción familiar y social que nos impuso la pandemia durante este semestre inédito.
Danzas más prolongadas, manteniendo medidas de cuyo resultado somos y seremos únicos responsables, con la idea de que sean factores de cuidado y protección sostenibles, se dice fácil pero implica mayores dosis de disciplina y compromiso, que no son siempre cualidades de carácter que nos definen como sociedad. Los planes cantonales de gestión de riesgo por sí mismos no darán resultados positivos si no nos hacemos parte en lo individual y lo colectivo.
Con la fatiga que llevamos ya a cuestas, ¿cómo trocamos las dificultades de las diversas crisis desatadas por la emergencia sanitaria en resiliencia para sacar adelante objetivos de interés común, sobre todo pensando en las decisiones país que debemos adoptar en lo que resta del año para salvar las finanzas públicas y sortear con la mayor mitigación posible la pandemia económica de los hogares? En Hablando Claro con los sociólogos José Carlos Chinchilla y Roberto Pineda conversamos acerca de los desafíos inmediatos de nuestra convivencia.