En medio de tanta congoja con la comprometida situación de las finanzas públicas, con una tasa de contagios de coronavirus al alza, (y una previsión nada halagüeña para setiembre) una situación política en deterioro y un aire social enrarecido, al menos una buena noticia a medias.
Después de mucho, lleva, trae, ve y dile, los diputados aprobaron por fin en primer debate el empréstito blando sin condiciones por 508 millones de dólares del Fondo Monetario Internacional. Nada más que 4 meses se tomaron los legisladores para darle el beneficio de un crédito llamado de “apoyo presupuestario” al país. Pero la noticia es buena a medias porque el proyecto solo obtuvo 35 votos lo que no sería suficiente para el segundo debate, que requerirá de mayoría calificada de 38.; lo que significa que la mesa del directorio y los jefes de bancada habrán de calibrar muy bien el momento para el trámite de segundo debate. Sería francamente funesto que el auxilio económico (90% para gastos corrientes y readecuación de deuda y 10% para la CCSS) quedará sepultado bajo la negligencia. Más aún cuando se establece este trámite como el primer paso en la senda de la negociación para un acuerdo stand by con el FMI hasta por 2,250 millones de dólares para los próximos 24 o 36 meses; es decir, para salir del abismo de fragilidad fiscal y el profundo impacto del coronavirus en el futuro inmediato.
Lo cierto es que corren tiempos políticos tan complejos como impredecibles. Como la sismicidad que ocasionan nuestras múltiples fallas tectónicas. Sabemos que están ahí y sabemos que en cualquier momento se activan; pero preferimos en cuanto pasa el temblor, respirar profundo y no pensar en el terremoto que se avecina. No es broma. Ni exageración. En términos políticos, las cosas apenas se sostienen. La muy reciente encuesta CIEP-UCR que se trajo abajo cualquier presupuesto de la administración Alvarado Quesada por salir medianamente airosa de esta era convulsa, tampoco favoreció a los diputados. Gobierno y Asamblea Legislativa apenas lograron nota 5. Y que nadie se ufane por ahí porque los sindicatos salieron igualmente mal. Pero la nota realmente dramática la obtuvieron los partidos políticos: 3.8. Entonces la pregunta obvia: ¿Cómo sostener una partidocracia con estos niveles de reprobación?
¿Cuál es el panorama –no para la próxima campaña electoral- sino para los meses inmediatos que requerirán de inmenso desprendimiento político y amplitud nacional de miras hacia el interés común, con el estado de crispación del que pareciera tan difícil poder desprendernos? Conversamos con Carlos Ricardo Benavides, entre otras tareas, exministro de la Presidencia, expresidente de la Asamblea Legislativa y actualmente diputado liberacionista.