Entre las escasas certezas de estos meses hay una inobjetable para Costa Rica, casi obvia: el inmenso valor de la Caja Costarricense del Seguro Social y la necesidad de que esté suficientemente sana y ágil.
Porque aunque sea cierto que ni el mejor médico puede evitar los contagios del coronavirus que se multiplican en las calles, también es evidente el altísimo valor de esa red de centros de salud que responde con todos los recursos financieros y humanos posibles, aunque estos tampoco son infinitos.
Nuestra CCSS es esa institución que encara la crisis pandémica por el flanco sanitario y económico, como lo reflejan los crecientes gastos millonarios y los menguantes ingresos provenientes de un entorno de productivo en depresión.
No todos son problemas nuevos, se saben, pero el coronavirus lo presiona todo y obliga al país a pensar en caliente en el futuro de la institución, para “cuando todo pase”, como tantas veces hemos dicho en estos meses.
La Caja se repiensa internamente. La junta directiva ha abierto espacios que podrían deparar una nueva modalidad de aseguramiento tendiente a frenar el crecimiento de la informalidad, mientras en el día a día acomoda números para salir con lo más urgente y garantizar que nadie vaya a quedarse sin una cama en caso de caer enfermo por Covid19.
Los detalles y los factores abundan. La situación merece detenerse a ver cómo está la salud del que cura (había hasta este miércoles 113 hospitalizados por el coronavirus), cuánto más puede aguantar y cómo podemos ayudarlo. La CCSS es médico y paciente a la vez. Acompáñenos a avanzar en este abordaje con el directivo José Loría, representante del cooperativismo con la peculiar composición de la junta directiva de la CCSS.