Los italianos, que sufrieron la traumática experiencia de enterrar casi 35 mil de sus compatriotas en la primera ola pandémica que experimentaron, actúan ahora de espaldas a la posibilidad de encarar una segunda ola en las próximas semanas o meses. Las autoridades sanitarias de la península temen que sus compatriotas hayan perdido el miedo al virus y que por ello, no guarden distancia, no utilicen mascarillas, abarroten sitios de esparcimiento y se resistan a llenar formularios y utilizar mecanismos de rastreo. La abrupta caída en la venta de mascarillas es una muestra evidente de esa actitud.
En Brasil, un juez federal le tuvo que ordenar al Presidente Bolsonaro cumplir con la obligatoriedad de utilizar mascarilla para no exponer a las demás personas en sus frecuentes recorridos públicos por Brasilia. En los Estados Unidos, donde los casos se han disparado en la mitad de los estados, Donald Trump en plena campaña para la reelección, plantea en sus mítines políticos que no se hagan tantas pruebas para que no se detecten muchos casos…
Así de compleja es la naturaleza humana. En nuestro país, a las puertas del contagio comunitario, un minoritario pero muy evidente fenómeno de rechazo a las medidas sanitarias empieza a cobrar algún nivel de réplica, gracias a que el éxito inicial de nuestro manejo pandémico, pareciera convertirse en nuestro peor enemigo.
Algunos entonces cuestionan que no era necesario suspender las actividades planeadas el fin de semana pasado o reniegan de la orden de utilizar obligatoriamente mascarillas en sitios públicos a partir del próximo fin de semana.
Nada nos diferencia de otros conglomerados humanos, donde millones hacen caso a las medidas y otros tantos deciden darle la espalda al criterio médico, para privilegiar sus propias opiniones; aunque estas sean carentes de todo sustento y rigor científico. Así vivimos los tiempos de pandemia. En Hablando Claro, el Dr. Marco Vinicio Boza contesta sus dudas y las nuestras. Aunque tenga que llover sobre mojado.
