El mundo mira estupefacto (nuevamente) la decadencia de la otrora primera potencia. Desde el siglo pasado, no se vivían en Estados Unidos tales alzamientos civiles contra la violencia racial como en los últimos días.
Enfrentamientos, destrozos, toques de queda en varias ciudades, el despliegue de la Guardia Nacional y hasta el Ejército preparado para intentar contener la ira nacional por el despiadado asesinato de George Floyd en Minneapolis hace una semana, dejaron de lado la crisis sanitaria por el Covid 19, sumiendo a los estadounidenses en una crisis social y política que Donald Trump no hace sino incrementar con sus inflamables alocuciones.
Como lo ha visto el planeta entero, tres policías habrían mantenido en el suelo a un afroamericano acusado de (supuestamente) haber intentado comprar cigarrillos con un billete falso de $20. Ese hombre era George Floyd de 46 años de edad y el oficial Derek Chauvin (con un amplio récord de reclamaciones por sus excesos policiales) es hoy el acusado de haber asesinado con su rodilla puesta en el cuello por 8 minutos y 46 segundos a un indefenso ser humano.
Lo que ese horroroso hecho desencadenó es la consecuencia de lo insoportable que resulta ya para la convivencia ese tufo de nacionalismo supremacista.
Y para que no quede duda, Trump agita sus banderas y los ánimos. O como decía este domingo el periódico El País de España “no abandona su manual político de supervivencia”. Acusa a todo el mundo: a la extrema izquierda, a los representantes del partido demócrata de Minneapolis, a los antifascistas de la violencia, a la prensa y finalmente a todos por terroristas. Según él, las protestas que llegaron hasta las afueras de la Casa Blanca son “profesionalmente organizadas”.
Pero la realidad no es tan burda como pretende el presidente. A nadie la va quedando duda que estas reivindicaciones por los Derechos Humanos de las personas negras son las más fuertes y extendidas desde 1968. Algunos recuerdan haber vivido ese punto de inflexión. Los que no, lo saben bien por la historia. Fue el año de las peores protestas contra la supremacía blanca. El año del asesinato de Martin Luther King. En Hablando Claro conversamos con el politólogo Constantino Urcuyo Fournier acerca de las heridas profundas de la segregación que persiste.