Nicaragua actuó en venganza. Cerró el neurálgico tránsito de mercaderías por Peñas Blancas solamente porque hacemos control epidemiológico fronterizo para asegurar nuestro cerco sanitario. No es que sorprenda. Es lo históricamente habitual. Y además le sirve. Le sirve para distraer la atención a lo interno respecto de todo lo que no están haciendo en atención de la crisis que aun cuando no la admiten, la tienen.
Las autoridades nuestras corren intentando una solución. Pero corren también para dar respuesta a muchos otros desafíos: por ejemplo, el de los “vivazos” que se colaron en Proteger, que serían unos 2,300, una cantidad menor por supuesto respecto de los cientos de miles que pidieron auxilio económico, pero que en todo caso, tendrán que devolver el dinero y enfrentar el peso de la ley, porque el sistema –dichosamente- los detectó. Nunca faltan los aprovechados en una crisis.
Este lunes también el Ejecutivo presentó el segundo proyecto de empleo público al Congreso. Alguien dirá que no es un buen momento político para ordenar el complejísimo sistema de remuneraciones de ese sector. Nunca lo es. Pero ahora resulta imperioso. Están de por medio las autorizaciones legislativas a cambio de las cuales la oposición exigirá muestras de compromiso, amén de nuestra determinación de ser parte del club de buenas prácticas de gobernanza de la OCDE.
Pero frente al sentido de urgencia, el Congreso de nuevo vuelve sobre un tema que no es capaz de soltar. Al menos un parte del pleno. El propio recién estrenado Presidente se enfrenta a sus partidos aliados (PAC,PLN) y anuncia el último intento contra el matrimonio igualitario. Damos por sentado que los conservadores no alcanzarán los votos, pero dejarán por sentado, una vez más, que no fue por falta de empeño. Esto es solo parte de los hechos noticiosos de un inicio de semana. Y en Hablando Claro los ponemos en perspectiva con el politólogo Gustavo Araya Martínez.