Un informe corto y de modestas pretensiones. Anclado en la compleja coyuntura pandémica y en la idea fuerza de la unión como un mantra que nos debe orientar en la toma de decisiones del momento histórico más apremiante de nuestras vidas. Y un par de novedades: el envío del proyecto del tren eléctrico al Congreso junto con la determinación de entrarle todo lo posible a la infraestructura con financiamiento público y de alianzas público privadas como motor para paliar la profunda crisis económica derivada del inobjetable éxito del manejo sanitario. El otro anuncio, circunscrito por el momento a un ejercicio ejemplarizante fue la autoimpuesta reducción salarial del 10% (acaso como paso previo para aplicar un impuesto solidario al resto de los trabajadores públicos y privados?) como se informó semanas atrás que se evaluaba.
Sin duda, podrían entresacarse algunos elementos adicionales, pero lo que se convirtió en hecho relevante fue lo que no se encontró en la alocución. El enunciado de decisiones o medidas o planteamientos de cara a la delicada situación económica del país, por la pandemia, por el desempleo, por la semi paralización de actividades productivas y por la estrechez fiscal previa que -de acuerdo con el Mandatario- será anunciada por su equipo económico esta misma semana. El asunto no es que el Presidente no se refiriera al tema. Es que al haber dicho la semana pasada que lo haría, generó una alta expectativa al respecto. Por eso, y no solo por la costumbre instalada en la oposición de hacer el ejercicio automático de riposta negativa del discurso, mientras el oficialismo intenta todo malabar para rebatirlo, es que el Presidente de la República falseó sus propias expectativas.
Un curioso e inexplicable traspié de táctica política en un momento en que el capital de la popularidad le acompaña a él y a su gobierno. Con el politólogo Gustavo Araya Martínez observamos los detalles de lo que dijo y lo que no, el presidente Alvarado en su segundo informe de rendición de cuentas al país.