El estado al rescate. Vamos a tener que ir aterrizando nuestras expectativas sobre el déficit fiscal y el desbalance de las finanzas públicas, para poder salvar empresas de todo tamaño de la bancarrota y seguir auxiliando a cientos de miles de personas que ya son damnificadas de esta situación tan inédita que es peor en sus efectos que la Segunda Guerra Mundial. Quien así lo plantea es el economista Ottón Solís.
La paradójica situación que enfrentamos (ya lo sabemos) es que el éxito en las medidas de contención, implica necesariamente una caída abrupta de la curva del crecimiento de la producción y la economía. La consecuencia inmediata está plantándose en el Producto Interno Bruto, el empleo, las remuneraciones, las ganancias de las empresas, el precio de las acciones, los ingresos tributarios y un largo etcétera...
Su planteamiento entonces es que para evitar a toda costa que los efectos sean permanentes hay que impulsar “políticas que creen excepciones, condonaciones y perdones en todo aquello que resulte en incumplimientos en un contexto de menor producción, fuerte caída en las ventas, mayor desempleo y menores ingresos fiscales”. El fin último sería evitar las bancarrotas para que cuando la situación sanitaria esté bajo control, las empresas salgan de su período de “hibernación” y retomen cuanto antes sus actividades productivas.
“O modificamos las aspiraciones en materia fiscal sustancialmente o terminaremos, ya sea festinando las recomendaciones para combatir la epidemia o aceptando bancarrotas y desempleos masivos por un largo período, aun después de superada la crisis del COVID-19”. Sin más. Acerca de esos limitados y polémicos márgenes de maniobra conversamos con don Ottón Solís Fallas.