Elayne White, la embajadora de Costa Rica en Ginebra, que entre otras tareas lideró la Conferencia de las Naciones Unidas que en 2017 negoció y adoptó el Tratado Mundial sobre la Prohibición de Armas Nucleares, denunció ser víctima de una campaña de desprestigio en nuestro limitadísimo entorno local, que emana de un foco infeccioso en la cultura institucional de Relaciones Exteriores. Según sus propias palabras, en la Cancillería tica unos funcionarios “hacen uso indebido de información para propósitos políticos, de ubicación, de definición de ciertos cargos o afectación de unas personas u otras… Lo que termina afectando la potestad del Ejecutivo de hacer la gestión de la carrera diplomática”.
En pocas palabras, la Cancillería pareciera ser un coto sin señor. Se filtran informes confidenciales, se destruyen honras ajenas y todo con intereses de rapiña por los ansiados puestos del servicio exterior o simplemente por mantener zonas de confort.
El propio presidente de la República, Carlos Alvarado, salió al paso de la campaña de desprestigio contra la embajadora este lunes y aseguró que, más allá del caso puntual, han corroborado que en los “últimos tiempos” en el Ministerio de Relaciones Exteriores “el manejo de la información se hace con motivaciones de política interna, (pues) se usa la información privilegiada con intereses particulares.
El Mandatario advirtió que una nación desarmada “que tiene como primera línea de defensa su diplomacia, debe tener una diplomacia disciplinada que esté al servicio del país y no al servicio de la diplomacia como gremio” y urgió al grupo que está controlando la Cancillería a desistir de una actitud que está dañando al país”.
Pueblo pequeño, infierno grande.
Ya era hora que alguien denunciara lo que ocurre desde hace meses (¿años?) en la Cancillería. En Hablando Claro conversamos con la embajadora Elayne White Gómez quien renunció a su cargo en Ginebra desde diciembre pasado y tras una exitosa gestión, ahora regresa a continuar sus funciones como diplomática de carrera en San José, defendiéndose al mismo tiempo de un informe de una psicóloga del Ministerio de Cultura con el que se ha pretendido manchar su reputación.