Sabiendo que no puede permitirse ningún desliz, el Ejecutivo actuó con celeridad y este fin de semana pasó el mal trago de desprenderse de dos piezas que le significarían un lastre imposible de cargar en términos de la batalla campal permanente que se libra en el control político, mediático y de redes sociales en esta coyuntura de turbulencias cotidianas.
La tormenta se presagiaba con mal final para el viceministro de Hacienda quien admitió falta al deber de cuidado por la doble deuda (tributaria y con la seguridad social) de un negocio de su familia. En un gesto de altura muy propio del talante de la jerarca hacendaria, ella misma lo escoltó el sábado por la tarde en la presentación de la renuncia. Nogui Acosta estará en el cargo hasta el 15 de octubre mientras termina algunas tareas urgentes. Pero el tema quedó zanjado.
Lo que no se veía venir era que tuviera que dimitir el titular de Trabajo, Steven Nuñez. Al menos no por una circunstancia tan trágica como la que se produjo el viernes cuando en una maniobra de carretera perdió la vida el oficial de tránsito Juan Carlos Mora Ulate que lo escoltaba a una reunión laboral en Guápiles. El punto, obviamente, es que Nuñez no tenía rango para llevar escolta y de ahí su responsabilidad política. No más aterrizando el Presidente Alvarado en el país procedente de Naciones Unidas, Nuñez daba a conocer su dimisión. Habrá que ver si en este caso será suficiente la retirada.
Lo cierto es que, en puertas del inicio formal de la campaña para las municipales de febrero próximo, con las encuestas en picada, con los diputados conservadores haciendo campaña fuerte de temas sensibles (norma técnica de aborto terapéutico y matrimonio igualitario, sí, ¡otra vez!) con presupuestos y empréstitos en trámite, el Ejecutivo tiene que tener super afinados los reflejos. Y ya están avisados todos los altos cargos que no hay espacio para los errores. Con el politólogo Gustavo Adolfo Araya Martinez conversamos sobre los desafíos en curso.