Hay un entusiasmo, una significativa ilusión en el ambiente ante la promesa de acceder a la codiciada llave que mantiene a buen recaudo los recursos de las pensiones complementarias del país. ¿Y cómo no? Entre tanto sobrendeudamiento, tanta congoja cotidiana y tanta gana contenida de gastar un poco más, ¿qué mejor noticia para algunos que saber que podrían recoger dinero contante y sonante al momento de pensionarse?
Así es como la visionaria Ley de Protección al Trabajador del año 2000 mediante la cual se creó una bolsa de ahorro laboral (FCL) y otra para apuntalar las pensiones del futuro (ROP), se quiere festinar ahora mediante un proyecto de ley que convertiría esa pensión complementaria en un simple ahorro; otro FCL.
El único problema es que el Régimen Obligatorio de Pensiones es el único soporte que tenemos para apuntalar los regímenes básicos de pensiones, que enfrentan el desafío de la vulnerable sostenibilidad futura, no solo por sus condiciones financieras sino de manera muy significativa porque ahora vivimos muchos más años y porque estamos atravesando un cambio importantísimo en nuestra composición demográfica, de modo que cada vez menos jóvenes tendrán que sostener a más ancianos. Un verdadero reto nacional en el que no pensamos porque estamos, en efecto, en la carrera del día a día.
¿Por qué no debemos nublar nuestro entendimiento con "la trampa del efectivo", como la califica la Oficina del Consumidor Financiero? ¿Por qué un proyecto de ley bien intencionado puede ser pan para hoy y hambre para mañana? En Hablando Claro conversamos con uno de los expertos más reconocidos de la región en este tema, el economista y ex Superintendente de Pensiones, Edgar Robles.