Durante la tenebrosa noche y madrugada del 3 al 4 de noviembre del 2010, la naturaleza crujió y -literalmente- un cerro cayó sobre el poblado de Calle Lajas de San Antonio de Escazú. Una tragedia marcada con 23 víctimas mortales; 23 historias de vida que fuimos conociendo a lo largo de los dolorosos días subsiguientes y que cada año volvemos a recordar en el país con sensibilidad y compasión.
Hoy, en menos de un mes, 20 compatriotas han muerto y decenas más han sido intoxicadas bajo el perverso efecto de un negocio espúreo: la adulteración de botellas de aguardiente (guaro) de siete marcas distintas de licores baratos.
Las historias de vida de esos 20 seres humanos nos resultan totalmente ajenas. Mientras la prensa internacional hace eco de la epidémica situación de alcohol manipulado con metanol en Costa Rica nosotros -casi todos- volvemos a ver para otro lado. Son personas pobres, adictas etílicas, muchas en condición de calle.
Peor aún, ante las amenazas del Ministerio de Salud algunos locales empezaron a esconder las mercancías y no faltaron quienes, frente a la inminente prohibición, empezaran a vender las botellas del guaro envenenado en ofertas de 2x1.
¿Quién o quiénes han llevado adelante tan macabro plan?
Mientras Salud sigue adelante incautando botellas amenazantes, la tarea de alerta sino por compasión y amor al prójimo, al menos por pura responsabilidad ciudadana debe movernos a denunciar todo aquello que sea sospechoso respecto de la venta del veneno revestido de licor. Con el Dr. Daniel Salas, ministro de Salud abordamos este triste episodio nacional.