Nuestros inmensos desafíos para estabilizar las finanzas públicas y lograr la anhelada reactivación económica están todos en proceso. Para los detractores de las decisiones adoptadas en los últimos meses, es una prueba fehaciente de que el plan fiscal no servía. Pero en realidad, es una muestra de que el primer paso que dimos con la aprobación de la ley de fortalecimiento de finanzas públicas, era sólo eso: el primer paso de un camino largo y largamente pospuesto.
Ahora vienen muchas duras, amargas, tareas. Una de ellas será demostrar el cumplimiento de la regla fiscal y ello ocurrirá con la elaboración por parte de Hacienda del presupuesto ordinario de la república para el 2020. Entendida la regla fiscal como un cinturón que nos obliga a amarrarnos para inhibir el crecimiento del gasto corriente, y entendiendo que el gasto corriente está formado por pago de intereses, remuneraciones y transferencias y que los intereses no pueden dejar de cumplirse, la faja nos apretará en remuneraciones y transferencias.
Será por tanto este presupuesto una de las tantas pruebas de fuego que atizará este segundo semestre del año la hoguera social y política que ya da evidentes muestras de temperatura elevada. Observamos algo del panorama económico y político que se advierte con el economista Jose Antonio Cordero, director del Instituto de Investigaciones Económicas de la Universidad de Costa Rica.