Fue el primer hecho delictivo que nos sacudió al iniciar el año: un padre y sus dos hijos murieron cuando intentaron asaltar a una clienta que se dirigía a una sucursal bancaria en Coronado. Tenían dos armas de fuego: una pistola que había sido robada nada menos que a un oficial del OIJ cinco meses atrás en circunstancias desconocidas y otra que no tenía ningún registro.
Sin ir más allá de un suceso ampliamente publicitado, sólo los escuetos datos reportados en el párrafo anterior producen una variedad de interrogantes: ¿Son casos como éste o como los del asalto al Banco Nacional de Monteverde o la toma de la Corte Suprema de Justicia, excepciones en los que grupos familiares se articulan en bandas? ¿Cuán factible resulta que la escuela del crimen se herede? ¿ Cuánto empujan la falta de oportunidades de educación y movilidad social hacia la escuela del crimen y la delincuencia? ¿Cómo les roban las armas a los oficiales de la ley? ¿Cuántas armas sin registro pueden pulular en el país?¿Se puede atacar la delincuencia con mayor éxito si la gente se arma y de defiende por sus propios medios como pretenden quienes defienden la tenencia privada como mecanismo legitimo de lucha contra el hampa?
Estas y otras dudas las esclarecemos con el Director del Organismo de Investigación Judicial, Walter Espinoza.